domingo, 4 de septiembre de 2011

Café

El café de ese día sabía raro. Pero no raro como cuando uno le pone leche entera cuando quería descremada. Raro como anunciando más rarezas. Raro como cuando uno presiente que algo cambió y que no se puede esperar lo que siempre. Esa extrañeza que más que molestar, intriga.
Tal vez por ese café su auto no era el mismo de siempre. Los quejidos del motor se habían aplacado y el auto parecía querer dirigirse a otra dirección. No lo llevó al kiosco de siempre para comprar el diario del día que anunciaría las mismas cosas de siempre. Lo llevó a la tranquilidad, que no quedaba tan lejos como creía.
Tranquilidad. Sin saber cómo estaba sumido en ella. Eso también era raro. Anuncio del café tal vez. Como si fuera algo normal, toda su semana paso en frente de sus ojos. Pero él no era parte de ella. La veía desde fuera, como a través de un vidrio esmerilado.
Su madre apareció de repente. Pero vívidamente. Casi haciéndolo verla con todos los sentidos. Sus compañeros de trabajo venían en ráfagas. Como tratando de tocarlo. Arañándolo. Y finalmente ella. Ella quien despertaba a diario junto a él. Ella que religiosamente le preparaba la cena. Apareció casi sin quererlo, con vergüenza. Todo se tornó cálido y agradable con su llegada. Casi podía sentirse el perfume mezclado con su piel acalorada. Pronto se desvaneció.
Todo lo hermoso. Todo lo querido. Todo lo que había dado por sentado se alejó. Se convirtieron en ases de luces que se metían en una caja que se cerraba con un candado de acero, hermoso y lustroso.
Desesperado buscó la llave. Juró y perjuró hacer lo que fuere por recuperar a sus seres queridos. Prometió incluso dejar todo lo que yacía fuera de esa caja con tal de recuperarlos. Ahí la divisó. Una llave, del mismo tamaño y material. Intentó varias veces antes de rendirse. No podía ser, ¿qué era lo que no funcionaba?
La llave estaba tan corroída y oxidada por el olvido y el descuido que era irrecuperable. A veces uno pasa tanto tiempo sacándole brillo a lo de afuera que se olvida de lo que realmente vale la pena, hasta que le es imposible recuperarlo.
A muchísima distancia en espacio y tiempo, un hombre estaba teniendo un infarto después de beber un sorbo de café.

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