jueves, 28 de julio de 2011

Botas violetas

Eran hermosas. Eran dos. Eran iguales. Claro. Las había visto casi por casualidad, en seguida llamaron su atención. Una vez puestas, no hubo duda. Estaban predestinadas. Se las probó por cuarta vez esa tarde. Qué bien le quedaban. Le daban otro aire, otro porte. Eran de un violeta caprichoso. Le llegaban casi hasta la rodilla, y le ajustaban a la perfección. La separaban definitivamente del piso.
Pero unas botas como éstas conllevan responsabilidades. ¿Cómo iba a andar con ellas así no más? Ah no. Definitivamente, acarreaban un cambio de actitud total. Las botas no se ajustaban a uno. Uno se ajustaba a ellas. No le importaba. Por algo se habían encontrado. Por algo las eligió a ellas y no a otras.
Pensó en su vida, no combinaba con las botas. Habría que cambiarla. Una no puede ir por la vida predicando un negro cuando las botas de una son violetas. Así que le dio un toque morado a sus actividades. Mezcló azul, y bastante rojo. Eligió una tonalidad chillona y se aferró a ella. Al que le moleste mala suerte. Por desgracia en el mundo, vamos a encontrar millones de personas con botas de lluvia que se acorazan e ignoran a los que se salen un poco de la moda. Pero bueno. Tener estilo nunca pasa de moda.
Se encontró también que su vida parecía más que nada tener tacos. No podía ser. Las botas eran casi chatas, no se creían mejor que nadie. Sacó de su guardarropa lo formal, que no combina con lo chato, y desde entonces usó solo conjuntos distendidos. Como debía ser.
Las botas tenían algo muy curioso y era que, si uno se acercaba a ellas, siempre podía verse reflejado en su reluciente superficie. Si las botas opacas estaban de moda ¿qué más daba? Después de todo en la moda todo vuelve.
Parecía mucho sacrificio. No cualquiera lo haría. La mayoría simplemente se compraría las botas bajas, marrones, estándar, y harían que ellas se adapten a su vida y no viceversa. Otros se comprarían botas de un negro decidido, brocegos seguramente, y sí, tal vez se sacrificarían y se adaptarían a sus botas, pero solo se dedicarían a patear con ellas. Algunos le encontraban sentido a eso. Pero al fin y al cabo, eran las botas de ellos las que se ensuciaban tratando de enlodar a otras.
Una vez combinada con sus botas se sintió bien. En paz consigo misma y con sus elecciones. Coherente. Se puso las botas y caminó. Tal vez eran apropiadas para determinadas ocasiones, sí. Pero al final de cuentas, no eran ellas las que caminaban ni marcaban el camino, solo son un accesorio.