domingo, 14 de noviembre de 2010

Ensayo: ¿Vemos el mundo como es o como somos?

No es inusual escuchar la frase “lo vi con mis propios ojos”. Sin embargo, ¿cuánto podemos fiarnos realmente de ella? ¿Qué seguridad nos brinda el haber corroborado algo con nuestros sentidos? Creer en esta frase sería afirmar que nuestra percepción del mundo es impoluta, y totalmente objetiva. Sería decir que estamos desarraigados a toda la experiencia y conocimientos que tenemos acumulados en nuestro haber, y que utilizamos, indefectiblemente, al percibir la realidad.

Quiero llamar la atención a otra frase comúnmente conocida; “si no lo veo no lo creo”. Esta frase puede ser discutida para significar exactamente lo contrario. “Si no lo creo no lo veo”. Hay una corriente psicoanalítica que cree que es difícil captar algo a lo que uno nunca se enfrentó con los sentidos, sin un proceso previo de aprendizaje. Estamos indisolublemente ligados a nuestras emociones, las cuales cargan de juicio lo que captamos a través de nuestros órganos sensoriales. Sin mencionar, todo lo que hemos vivido, que nos sitúa en una “normalidad aprendida” (porque lo “normal” se define una vez que ya se han tenido experiencias que clasificar en la mente). Al recibir estímulos del ambiente, los comparamos constantemente con la información que ya tenemos almacenada y la catalogamos. En el hipotético caso que uno se viese de frente a un verdadero O.V.N.I lo más probable es que crea que está “viendo mal”, o en el peor de los casos, que su mente lo obligue a creer que en realidad lo que vio fue un avión o una nube, o, que directamente, no vio nada. Por otro lado, si apenas divisamos un avión normal a lo lejos, tendremos un recuerdo más nítido de él, porque conocemos su forma, y completamos la vaga imagen que recibimos del exterior con el recuerdo que tenemos del interior.

El juicio de cada uno esta muy moldeado por los estímulos recibidos del exterior a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, la interpretación de los mismos está distorsionada por nuestro propio juicio, que a la vez lo malea el ambiente que nos rodea. Entonces, ¿no es esto un círculo vicioso? ¿Vemos lo que somos, o somos lo que vemos?. La realidad que percibimos es vista a través de una espesa capa de nosotros mismos. Es como ver a través de lentes cuyo aumento regulamos nosotros involuntariamente. O ver el paisaje en un día de espesa neblina.

¿A qué nos lleva esto? Estamos intensamente influidos por nuestra cultura. Cultura en el sentido de las normas, hábitos, valores, costumbres y tradiciones que rigen el comportamiento de nuestro medio social. Como cultura queremos decir todo lo que no es innato, ergo, es adquirido o absorbido del ambiente que nos rodea. Es constitutiva. Nos moldea interiormente. Dicho esto, deduciríamos que un neonato capta el mundo a su alrededor directamente como es, y no como es él, porque no está endoculturizado y su percepción del mundo no está sujeta a comparaciones con experiencias previas ya que no las hay.

Esto no es así. Los mismos estímulos pueden afectar de manera completamente distinta a un individuo o a otro. Entonces, nuestra subjetividad, ¿se debe a lo que aprendemos, o con lo que nacemos? No hay un consenso en cuanto a esta cuestión. Se cree que los estímulos externos son recibidos a través de los órganos sensoriales, para pasar por una especie de “caja negra” en nuestro cerebro y salir transformados en nuestra personalidad o conducta. Sin mencionar que dejan como estela, una opinión o un juicio sobre ellos. Los que no se ha podido determinar
hasta la fecha es el contenido de la susodicha “caja negra”. Ésta, de alguna forma, vendría a representar el proceso de manufacturación de un producto, el cual sería la conducta y la personalidad. La materia prima que forma la personalidad de uno es el ambiente, o sea, los padres, la cultura que lo rodea, los estímulos físicos y emocionales y más. La incógnita es el proceso de manufacturación, que varía en cada individuo.

Dejando de lado todo lo que a juicios u opiniones se refiere, quiero hablar de los sentidos. No podemos decir que algo “es”. Algo “se siente”. Por ejemplo. Si careciéramos del sentido del olfato, ¿cómo podríamos saber que los olores existen? No lo sabríamos. Pasarían totalmente desapercibidos. Hay animales con sentidos distintos a los nuestros. Para ellos el mundo “es” algo totalmente diferente que el mundo que nos rodea a nosotros. Sin embargo, es el mismo. Sin ir más lejos, un daltónico ve algo de un color mientras que una persona que no padece daltonismo lo ve de otro ¿cuál de los dos está en lo correcto? Ninguno. Porque nada “es”, sino que “se ve”. Y si se ve distinto, se debe simplemente a la capacidad del ojo humano de reconocer tal o cual color. He aquí otro ejemplo de cómo el neonato que mencioné anteriormente vuelve a captar el mundo como es él.

Para concluir, quiero citar a Antoine Saint-Exupery , con su célebre frase de su famosísimo libro “El Principito”. “Lo esencial es invisible a los ojos”. No hace falta decir que estoy de acuerdo no solo con eso, sino que creo que lo esencial es imperceptible para todos los sentidos. Lo que no podría decir con total convencimiento, es si realmente existe “lo esencial”. Lo verdadero. ¿Hay una realidad? Si todos la percibimos diferente, ¿podemos decir que una es la –valga la redundancia- real realidad? Una piedra que cae produce ondas sonoras sin importar que alguien la escuche. Pero, ¿hace ruido? ¿Algo es real si nadie lo percibe? Es aquí donde me quedo sin palabras. Creo sí, que el mundo que vemos, es en gran parte lo que somos. Qué es el mundo objetivamente, o si hay una respuesta a eso, no podría decirlo.

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