Elegí hacer un artículo acerca de la reciente movida uruguaya del stand up, porque creo que el artista uruguayo es a veces menospreciado, y deberíamos fomentar todo tipo de expresión en nuestro país. La disciplina está prosperando pero aún no ha tenido aceptación total. Si llegara a desarrollarse apropiadamente la sociedad tendría un aporte muy valioso que es el del humor. El hacer reir es algo hondamente valorable y es un escape social sumamente sano. En una sociedad tan frenética como la de hoy, el humor le pone un alto al estrés cotidiano y se ríe de él. Porque el stand up no busca temas inteligentes sino mundanos, con los cuales el público se identifica. Es un “basta” a la realidad ajetreada en la cual nos vemos sumergidos.
Primero que nada, ¿qué es el stand-up comedy? El “stand up” o “humor de pie” es un subgénero de la comedia en el cual, un comediante, sin escenografía alguna (generalmente detrás de él hay una cortina roja o una pared de ladrillos), expone un monólogo humorístico, pensado y escrito previamente por él. Los monólogos varían en tema, duración, enfoque, tipo de humor, y otros factores. El comediante no es un actor. Le habla directo al público, desde su persona, persona escénica o personaje y comparte y diserta sobre sus inquietudes y puntos de vista de cualquier aspecto de la vida, desde el lado del humor.
El stand up, no es algo nuevo realmente. De hecho, el término se acuña en 1966 en Gran Bretaña, pero sus inicios innominados son más longevos aún. En realidad, su origen no es claro, ya que antes de definirse, su acaparamiento no era tan acotado. Comienza a engendrarse en Estados Unidos y en Inglaterra en el siglo XIIX casi simultáneamente surgiendo como rama de la comedia. Se practicaba en lugares diversos, desde teatros, hasta prostíbulos.
Sin embargo, llega al Uruguay en el 2008, con la llegada del primer espectáculo de audiencia masiva, en el undermovie de Montevideo Shopping: “De Pie” y sobre todo, con el inicio del curso de la productora “Dios los Cría”; “Secretos del stand up”.
“Comediante no se hace, se nace”. Es una creencia popular. Si bien es verdad que para ser comediante uno tiene que tener agallas, algo de inventiva y sobre todo ganas, comediante definitivamente se hace. Si no, puede preguntársele a los más de 100 egresados del curso. Este año se inauguró un segundo curso de la disciplina, dictado por la productora Comosoma X; “Por humor al arte”. De a poco el stand up se está arraigando al territorio charrúa.
Otro impulsor del stand up fue la marca de cerveza Patricia, con sus dos ediciones del concurso “Patricia Stand Up”, que llevó a muchos a armarse de valor, escribir un material y probar suerte en el escenario, habiendo hecho el curso o no.
El hecho de que Montevideo cuente con pocos boliches de stand up, sumado al reducido número de comediantes uruguayos, crea las circunstancias ideales para el surgimiento de los cimientos de una pequeña comunidad de standuperos, ya que la misma gente frecuenta los mismos lugares reiteradamente.
A diferencia de lo que uno podría imaginarse, el perfil del comediante no es el del tipo gracioso, alma de la fiesta, ni mucho menos. Muchas veces son retraídos o tímidos y a diferencia de lo que alegan muchas veces en sus monólogos, todos tienen la autoestima lo suficientemente alta como para subirse a un escenario y ser el centro de atención y aplausos. Además de eso, y de ser amantes del humor, las personalidades de los comediantes son de lo más diversas. Tanto así su perfil socioeconómico. Son en su mayoría de clase media, de todos los barrios, y círculos sociales. No hay una tendencia marcada.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Esmeralda
Te llamas Esmeralda. Tienes 23 años. Tienes un hermano de 25 y una hermana de 19. No tienes padre, nunca lo conociste y tampoco te interesó mucho a decir verdad. Tu madre hizo lo que pudo pero no era una mujer, como decirlo, de muchas luces. Tuviste comida y cama siempre, no te puedes quejar, ¿verdad?
Te criaste rápido. No te pasaste años jugando con muñecas. Tu hermano hizo lo que pudo por ti y tú por tu hermana. Nunca fuiste la mejor en tu clase. Te interesaba más la escuela como una actividad que le daba sentido a tu desordenada vida que como fuente de aprendizaje. Tus profesores nunca se esforzaron en hacerte ver lo contrario.
Has tenido un par de novios. Nada serio. Te iniciaste sexualmente a los 17 con Pablo, nada del otro mundo. Desde entonces tuviste una seguidilla de amoríos que no te quitaron el sueño. Ahora Diego quiere llevarte a vivir con él pero tú sabes que eso no pasará. Te preguntas si algún hombre vale la pena.
Hace tres años empezaste la escuela de enfermería. Creerías que le daría sentido a tu vida. Ayudar a los enfermos. A los débiles. Los doctores te gritan a menudo por cosas que no hiciste pero estás bien. Al menos puedes hacer una diferencia, o eso te dices. El caso es que nunca llegas tarde y siempre haces lo que se te ordena. Tienes un compañero molesto, Yonattan, que siempre trata de conquistarte, y una compañera envidiosa, Laura, que te hace la vida imposible. No dejas que te afecte.
Nada en tu patética vida se compara con este momento. Nada de lo que soñaste o anhelaste le llegaba a los talones a lo que pasará a continuación. Honestamente, no te creías merecedora de tal felicidad. El telón se abrirá, y tú, solo tú, serás la estrella.
Te llamas Esmeralda, tienes 23 años, y lo que más amas en es
Te criaste rápido. No te pasaste años jugando con muñecas. Tu hermano hizo lo que pudo por ti y tú por tu hermana. Nunca fuiste la mejor en tu clase. Te interesaba más la escuela como una actividad que le daba sentido a tu desordenada vida que como fuente de aprendizaje. Tus profesores nunca se esforzaron en hacerte ver lo contrario.
Has tenido un par de novios. Nada serio. Te iniciaste sexualmente a los 17 con Pablo, nada del otro mundo. Desde entonces tuviste una seguidilla de amoríos que no te quitaron el sueño. Ahora Diego quiere llevarte a vivir con él pero tú sabes que eso no pasará. Te preguntas si algún hombre vale la pena.
Hace tres años empezaste la escuela de enfermería. Creerías que le daría sentido a tu vida. Ayudar a los enfermos. A los débiles. Los doctores te gritan a menudo por cosas que no hiciste pero estás bien. Al menos puedes hacer una diferencia, o eso te dices. El caso es que nunca llegas tarde y siempre haces lo que se te ordena. Tienes un compañero molesto, Yonattan, que siempre trata de conquistarte, y una compañera envidiosa, Laura, que te hace la vida imposible. No dejas que te afecte.
Nada en tu patética vida se compara con este momento. Nada de lo que soñaste o anhelaste le llegaba a los talones a lo que pasará a continuación. Honestamente, no te creías merecedora de tal felicidad. El telón se abrirá, y tú, solo tú, serás la estrella.
Te llamas Esmeralda, tienes 23 años, y lo que más amas en es
Café
El café de ese día sabía raro. Pero no raro como cuando uno le pone leche entera cuando quería descremada. Raro como anunciando más rarezas. Raro como cuando uno presiente que algo cambió y que no se puede esperar lo que siempre. Esa extrañeza que más que molestar, intriga.
Tal vez por ese café su auto no era el mismo de siempre. Los quejidos del motor se habían aplacado y el auto parecía querer dirigirse a otra dirección. No lo llevó al kiosco de siempre para comprar el diario del día que anunciaría las mismas cosas de siempre. Lo llevó a la tranquilidad, que no quedaba tan lejos como creía.
Tranquilidad. Sin saber cómo estaba sumido en ella. Eso también era raro. Anuncio del café tal vez. Como si fuera algo normal, toda su semana paso en frente de sus ojos. Pero él no era parte de ella. La veía desde fuera, como a través de un vidrio esmerilado.
Su madre apareció de repente. Pero vívidamente. Casi haciéndolo verla con todos los sentidos. Sus compañeros de trabajo venían en ráfagas. Como tratando de tocarlo. Arañándolo. Y finalmente ella. Ella quien despertaba a diario junto a él. Ella que religiosamente le preparaba la cena. Apareció casi sin quererlo, con vergüenza. Todo se tornó cálido y agradable con su llegada. Casi podía sentirse el perfume mezclado con su piel acalorada. Pronto se desvaneció.
Todo lo hermoso. Todo lo querido. Todo lo que había dado por sentado se alejó. Se convirtieron en ases de luces que se metían en una caja que se cerraba con un candado de acero, hermoso y lustroso.
Desesperado buscó la llave. Juró y perjuró hacer lo que fuere por recuperar a sus seres queridos. Prometió incluso dejar todo lo que yacía fuera de esa caja con tal de recuperarlos. Ahí la divisó. Una llave, del mismo tamaño y material. Intentó varias veces antes de rendirse. No podía ser, ¿qué era lo que no funcionaba?
La llave estaba tan corroída y oxidada por el olvido y el descuido que era irrecuperable. A veces uno pasa tanto tiempo sacándole brillo a lo de afuera que se olvida de lo que realmente vale la pena, hasta que le es imposible recuperarlo.
A muchísima distancia en espacio y tiempo, un hombre estaba teniendo un infarto después de beber un sorbo de café.
Tal vez por ese café su auto no era el mismo de siempre. Los quejidos del motor se habían aplacado y el auto parecía querer dirigirse a otra dirección. No lo llevó al kiosco de siempre para comprar el diario del día que anunciaría las mismas cosas de siempre. Lo llevó a la tranquilidad, que no quedaba tan lejos como creía.
Tranquilidad. Sin saber cómo estaba sumido en ella. Eso también era raro. Anuncio del café tal vez. Como si fuera algo normal, toda su semana paso en frente de sus ojos. Pero él no era parte de ella. La veía desde fuera, como a través de un vidrio esmerilado.
Su madre apareció de repente. Pero vívidamente. Casi haciéndolo verla con todos los sentidos. Sus compañeros de trabajo venían en ráfagas. Como tratando de tocarlo. Arañándolo. Y finalmente ella. Ella quien despertaba a diario junto a él. Ella que religiosamente le preparaba la cena. Apareció casi sin quererlo, con vergüenza. Todo se tornó cálido y agradable con su llegada. Casi podía sentirse el perfume mezclado con su piel acalorada. Pronto se desvaneció.
Todo lo hermoso. Todo lo querido. Todo lo que había dado por sentado se alejó. Se convirtieron en ases de luces que se metían en una caja que se cerraba con un candado de acero, hermoso y lustroso.
Desesperado buscó la llave. Juró y perjuró hacer lo que fuere por recuperar a sus seres queridos. Prometió incluso dejar todo lo que yacía fuera de esa caja con tal de recuperarlos. Ahí la divisó. Una llave, del mismo tamaño y material. Intentó varias veces antes de rendirse. No podía ser, ¿qué era lo que no funcionaba?
La llave estaba tan corroída y oxidada por el olvido y el descuido que era irrecuperable. A veces uno pasa tanto tiempo sacándole brillo a lo de afuera que se olvida de lo que realmente vale la pena, hasta que le es imposible recuperarlo.
A muchísima distancia en espacio y tiempo, un hombre estaba teniendo un infarto después de beber un sorbo de café.
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