Qué año largo. Pienso en enero y no me reconozco. Fue un año bastante… movido. Como todos, empecé decidida a ponerme las pilas en el liceo, y en todos los ámbitos de mi vida. Y arranqué bien. Seguí peor pero eso no es noticia.
Y me pasaron muchas cosas. Fue un año donde me di cuenta quién era realmente mucha gente. Me acerqué a gente nueva por suerte, y me alejé de otra por desgracia. Pero el año siguió su curso. Me hizo darme cuenta que a veces, para empezar a trabajar tus relaciones con los demás, primero tenés que arreglar la relación más importante; la relación con uno mismo
Sonará egocéntrico, pero a eso me dediqué. A mí misma. Me saqué las ganas de muchas cosas. Arranqué danza árabe… dejé danza árabe… fui madrijá de cancha. Me emborraché… me mandé cagadas… hice otras cosas de las que estoy orgullosa, en fin. Me saqué las ganas
Más adelante pasaron cosas que me movilizaron. Cosas de mierda. Cosas que lo hacen a uno darse cuenta que los problemas de uno en realidad son una estupidez. Estas cosas te hacen madurar. Te descolocan, y te dan otra perspectiva. Es algo que siempre vas a llevar como una mochila, y duele pero te hace ver las cosas de otra forma. Y te das contra la pared pensando “y qué si…”. Pero no sirve para nada. Y cuando ya nada es igual pensás que ganaste un poco de objetividad para tu vida. No te engañes. No existe. Es humano volver a preocuparse por pelotudeces.
Agosto. Mes bizarro. Dejás de vivir y le alquilás tu vida a la tnuá. No me quejo. La pasé excelente. Gané el jodesh. Supe encariñarme con los janijim. Y ahí pasás tus problemas a segundo plano. Está bueno. Pero hay que aterrizar. Dejar de lado la euforia, el agotamiento, y seguir con eso que llaman vida.
Aprendí que en Uruguay, hay promedio un loco por cabeza. Sí. Parate a observar a cualquier persona un tiempito, y lo comprobás. Todos tienen sus locuras. El tema es decidir las de quién aceptar. Yo por mi parte, estoy bastante rayada. Nunca lo dudé. Pero fue raro darme cuenta que no estaba sola. Una recomendación total de mi parte: cambien un poco de ambiente y van a descubrir los defectos propios. Muchas veces no nos damos cuenta porque nuestros amigos y familia ya son inmunes. Me pasó que al relacionarme con gente nueva, eran más sensibles a mis defectos, o los notaban con más sorpresa. Y ahí te cae la ficha, que es el primer paso para la auto superación.
Gente nueva… gente de stand up para ser precisos. Me volví a sacar las ganas. Era mi asignatura pendiente. Con mis padres en contra y mis amigas no entendiendo qué mierda hacía me metí ahí. Sola. La más chiquita… fue la mejor decisión que pude haber tomado. El stand up tenía todo lo que me gustaba: escribir, contar chistes, y estar en un escenario. Pero hubo un plus que no esperaba. La gente. 25 personas extrovertidas, con ganas de contar chistes, y sobre todo DIFERENTES.
Gente distinta, al fin!!! Entonces empecé a pasar tres horas por semana con gente de todas las edades, sexos, religiones, barrios, etc. La primera clase el profesor nos dijo “de acá va a salir un grupo muy unido, se van a hacer muy amigos”… nunca pensé que aplicaría a mí esa frase, yo era una pendeja, no se iban a hacer amigos míos. No pude estar más equivocada. Me llevé amigos increíbles. Tuve experiencias nuevas, las cuales hubiese tenido que esperar unos años para hacer de no haber ido al curso. En fin. La pasé genial.
Y arrancó el verano. No del todo. Ir a inglés todos los días para dar el Prof no es muy verano, y ni te digo ir al gimnasio. Decidí que este va a ser el verano en el que voy a ver las fotos y decir “che qué gorda que estaba ese verano”. Ayer di el Prof… Hola verano! Hola 2011.
viernes, 10 de diciembre de 2010
domingo, 14 de noviembre de 2010
Ensayo: ¿Vemos el mundo como es o como somos?
No es inusual escuchar la frase “lo vi con mis propios ojos”. Sin embargo, ¿cuánto podemos fiarnos realmente de ella? ¿Qué seguridad nos brinda el haber corroborado algo con nuestros sentidos? Creer en esta frase sería afirmar que nuestra percepción del mundo es impoluta, y totalmente objetiva. Sería decir que estamos desarraigados a toda la experiencia y conocimientos que tenemos acumulados en nuestro haber, y que utilizamos, indefectiblemente, al percibir la realidad.
Quiero llamar la atención a otra frase comúnmente conocida; “si no lo veo no lo creo”. Esta frase puede ser discutida para significar exactamente lo contrario. “Si no lo creo no lo veo”. Hay una corriente psicoanalítica que cree que es difícil captar algo a lo que uno nunca se enfrentó con los sentidos, sin un proceso previo de aprendizaje. Estamos indisolublemente ligados a nuestras emociones, las cuales cargan de juicio lo que captamos a través de nuestros órganos sensoriales. Sin mencionar, todo lo que hemos vivido, que nos sitúa en una “normalidad aprendida” (porque lo “normal” se define una vez que ya se han tenido experiencias que clasificar en la mente). Al recibir estímulos del ambiente, los comparamos constantemente con la información que ya tenemos almacenada y la catalogamos. En el hipotético caso que uno se viese de frente a un verdadero O.V.N.I lo más probable es que crea que está “viendo mal”, o en el peor de los casos, que su mente lo obligue a creer que en realidad lo que vio fue un avión o una nube, o, que directamente, no vio nada. Por otro lado, si apenas divisamos un avión normal a lo lejos, tendremos un recuerdo más nítido de él, porque conocemos su forma, y completamos la vaga imagen que recibimos del exterior con el recuerdo que tenemos del interior.
El juicio de cada uno esta muy moldeado por los estímulos recibidos del exterior a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, la interpretación de los mismos está distorsionada por nuestro propio juicio, que a la vez lo malea el ambiente que nos rodea. Entonces, ¿no es esto un círculo vicioso? ¿Vemos lo que somos, o somos lo que vemos?. La realidad que percibimos es vista a través de una espesa capa de nosotros mismos. Es como ver a través de lentes cuyo aumento regulamos nosotros involuntariamente. O ver el paisaje en un día de espesa neblina.
¿A qué nos lleva esto? Estamos intensamente influidos por nuestra cultura. Cultura en el sentido de las normas, hábitos, valores, costumbres y tradiciones que rigen el comportamiento de nuestro medio social. Como cultura queremos decir todo lo que no es innato, ergo, es adquirido o absorbido del ambiente que nos rodea. Es constitutiva. Nos moldea interiormente. Dicho esto, deduciríamos que un neonato capta el mundo a su alrededor directamente como es, y no como es él, porque no está endoculturizado y su percepción del mundo no está sujeta a comparaciones con experiencias previas ya que no las hay.
Esto no es así. Los mismos estímulos pueden afectar de manera completamente distinta a un individuo o a otro. Entonces, nuestra subjetividad, ¿se debe a lo que aprendemos, o con lo que nacemos? No hay un consenso en cuanto a esta cuestión. Se cree que los estímulos externos son recibidos a través de los órganos sensoriales, para pasar por una especie de “caja negra” en nuestro cerebro y salir transformados en nuestra personalidad o conducta. Sin mencionar que dejan como estela, una opinión o un juicio sobre ellos. Los que no se ha podido determinar
hasta la fecha es el contenido de la susodicha “caja negra”. Ésta, de alguna forma, vendría a representar el proceso de manufacturación de un producto, el cual sería la conducta y la personalidad. La materia prima que forma la personalidad de uno es el ambiente, o sea, los padres, la cultura que lo rodea, los estímulos físicos y emocionales y más. La incógnita es el proceso de manufacturación, que varía en cada individuo.
Dejando de lado todo lo que a juicios u opiniones se refiere, quiero hablar de los sentidos. No podemos decir que algo “es”. Algo “se siente”. Por ejemplo. Si careciéramos del sentido del olfato, ¿cómo podríamos saber que los olores existen? No lo sabríamos. Pasarían totalmente desapercibidos. Hay animales con sentidos distintos a los nuestros. Para ellos el mundo “es” algo totalmente diferente que el mundo que nos rodea a nosotros. Sin embargo, es el mismo. Sin ir más lejos, un daltónico ve algo de un color mientras que una persona que no padece daltonismo lo ve de otro ¿cuál de los dos está en lo correcto? Ninguno. Porque nada “es”, sino que “se ve”. Y si se ve distinto, se debe simplemente a la capacidad del ojo humano de reconocer tal o cual color. He aquí otro ejemplo de cómo el neonato que mencioné anteriormente vuelve a captar el mundo como es él.
Para concluir, quiero citar a Antoine Saint-Exupery , con su célebre frase de su famosísimo libro “El Principito”. “Lo esencial es invisible a los ojos”. No hace falta decir que estoy de acuerdo no solo con eso, sino que creo que lo esencial es imperceptible para todos los sentidos. Lo que no podría decir con total convencimiento, es si realmente existe “lo esencial”. Lo verdadero. ¿Hay una realidad? Si todos la percibimos diferente, ¿podemos decir que una es la –valga la redundancia- real realidad? Una piedra que cae produce ondas sonoras sin importar que alguien la escuche. Pero, ¿hace ruido? ¿Algo es real si nadie lo percibe? Es aquí donde me quedo sin palabras. Creo sí, que el mundo que vemos, es en gran parte lo que somos. Qué es el mundo objetivamente, o si hay una respuesta a eso, no podría decirlo.
ESCRIBIR EN UNA PAG NOMBRE, GRUPO, TITULO Y ABAJO DE C PAG EL NUMERITO
Quiero llamar la atención a otra frase comúnmente conocida; “si no lo veo no lo creo”. Esta frase puede ser discutida para significar exactamente lo contrario. “Si no lo creo no lo veo”. Hay una corriente psicoanalítica que cree que es difícil captar algo a lo que uno nunca se enfrentó con los sentidos, sin un proceso previo de aprendizaje. Estamos indisolublemente ligados a nuestras emociones, las cuales cargan de juicio lo que captamos a través de nuestros órganos sensoriales. Sin mencionar, todo lo que hemos vivido, que nos sitúa en una “normalidad aprendida” (porque lo “normal” se define una vez que ya se han tenido experiencias que clasificar en la mente). Al recibir estímulos del ambiente, los comparamos constantemente con la información que ya tenemos almacenada y la catalogamos. En el hipotético caso que uno se viese de frente a un verdadero O.V.N.I lo más probable es que crea que está “viendo mal”, o en el peor de los casos, que su mente lo obligue a creer que en realidad lo que vio fue un avión o una nube, o, que directamente, no vio nada. Por otro lado, si apenas divisamos un avión normal a lo lejos, tendremos un recuerdo más nítido de él, porque conocemos su forma, y completamos la vaga imagen que recibimos del exterior con el recuerdo que tenemos del interior.
El juicio de cada uno esta muy moldeado por los estímulos recibidos del exterior a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, la interpretación de los mismos está distorsionada por nuestro propio juicio, que a la vez lo malea el ambiente que nos rodea. Entonces, ¿no es esto un círculo vicioso? ¿Vemos lo que somos, o somos lo que vemos?. La realidad que percibimos es vista a través de una espesa capa de nosotros mismos. Es como ver a través de lentes cuyo aumento regulamos nosotros involuntariamente. O ver el paisaje en un día de espesa neblina.
¿A qué nos lleva esto? Estamos intensamente influidos por nuestra cultura. Cultura en el sentido de las normas, hábitos, valores, costumbres y tradiciones que rigen el comportamiento de nuestro medio social. Como cultura queremos decir todo lo que no es innato, ergo, es adquirido o absorbido del ambiente que nos rodea. Es constitutiva. Nos moldea interiormente. Dicho esto, deduciríamos que un neonato capta el mundo a su alrededor directamente como es, y no como es él, porque no está endoculturizado y su percepción del mundo no está sujeta a comparaciones con experiencias previas ya que no las hay.
Esto no es así. Los mismos estímulos pueden afectar de manera completamente distinta a un individuo o a otro. Entonces, nuestra subjetividad, ¿se debe a lo que aprendemos, o con lo que nacemos? No hay un consenso en cuanto a esta cuestión. Se cree que los estímulos externos son recibidos a través de los órganos sensoriales, para pasar por una especie de “caja negra” en nuestro cerebro y salir transformados en nuestra personalidad o conducta. Sin mencionar que dejan como estela, una opinión o un juicio sobre ellos. Los que no se ha podido determinar
hasta la fecha es el contenido de la susodicha “caja negra”. Ésta, de alguna forma, vendría a representar el proceso de manufacturación de un producto, el cual sería la conducta y la personalidad. La materia prima que forma la personalidad de uno es el ambiente, o sea, los padres, la cultura que lo rodea, los estímulos físicos y emocionales y más. La incógnita es el proceso de manufacturación, que varía en cada individuo.
Dejando de lado todo lo que a juicios u opiniones se refiere, quiero hablar de los sentidos. No podemos decir que algo “es”. Algo “se siente”. Por ejemplo. Si careciéramos del sentido del olfato, ¿cómo podríamos saber que los olores existen? No lo sabríamos. Pasarían totalmente desapercibidos. Hay animales con sentidos distintos a los nuestros. Para ellos el mundo “es” algo totalmente diferente que el mundo que nos rodea a nosotros. Sin embargo, es el mismo. Sin ir más lejos, un daltónico ve algo de un color mientras que una persona que no padece daltonismo lo ve de otro ¿cuál de los dos está en lo correcto? Ninguno. Porque nada “es”, sino que “se ve”. Y si se ve distinto, se debe simplemente a la capacidad del ojo humano de reconocer tal o cual color. He aquí otro ejemplo de cómo el neonato que mencioné anteriormente vuelve a captar el mundo como es él.
Para concluir, quiero citar a Antoine Saint-Exupery , con su célebre frase de su famosísimo libro “El Principito”. “Lo esencial es invisible a los ojos”. No hace falta decir que estoy de acuerdo no solo con eso, sino que creo que lo esencial es imperceptible para todos los sentidos. Lo que no podría decir con total convencimiento, es si realmente existe “lo esencial”. Lo verdadero. ¿Hay una realidad? Si todos la percibimos diferente, ¿podemos decir que una es la –valga la redundancia- real realidad? Una piedra que cae produce ondas sonoras sin importar que alguien la escuche. Pero, ¿hace ruido? ¿Algo es real si nadie lo percibe? Es aquí donde me quedo sin palabras. Creo sí, que el mundo que vemos, es en gran parte lo que somos. Qué es el mundo objetivamente, o si hay una respuesta a eso, no podría decirlo.
ESCRIBIR EN UNA PAG NOMBRE, GRUPO, TITULO Y ABAJO DE C PAG EL NUMERITO
viernes, 5 de noviembre de 2010
El Payaso
¿Por qué es que lo quería tanto al Payaso? ¿Cómo él no lo sabía? ¿o lo sabía? ¿la quería él también? ¿Quién era él en realidad? ¿Era a él a quien ella quería realmente? ¿o quien ella creía que él era? ¿Por qué el Payaso era tan especial? ¿Eran sus verdes ojos? ¿Su penetrante mirada? ¿Por qué la miraba así? ¿Entonces él también la quería? ¿Por eso la miraba? ¿Lo quería ella por su mirada? ¿Tenía acaso una magia especial? ¿Era eso lo que no la dejaba dormir en paz? ¿O era eso lo que le daba toda la paz del mundo? ¿Eran las risas su magia? ¿O su magia provocaba las risas? ¿Y su amor? ¿Fue culpa de la magia este amor? ¿O fue su culpa? ¿Por qué tenía que enamorarse del Payaso? ¿Porque él quiso? ¿No era eso egoísta? ¿No sabía él, que jamás estarían juntos? ¿No sabía lo prohibido de su amor? ¿No pudo ahorrarle unas cuantas lágrimas acaso? ¿No deben los payasos hacer reír, y no llorar? ¿No imaginó que lo que los separaba era más fuerte que lo que los unía? ¿Y ella? ¿Le importaba aquello? ¿Jugaría por las reglas?... ¿Jugaría?
sábado, 10 de julio de 2010
La más linda, la mas hermosa, la celeste del alma
Bueno... así termina un mundial más para Uruguay. No hubo frustraciones en realidad. ¿Quién hubiera dicho que llegabamos a semifinales? Solo Gorzy... El punto es, que aunque me quedé con gusto amargo por los dos últimos partidos, no puedo explicar la emoción que sentí durante todo el mundial. ¿Saben lo que es ver a un Mercedes con una banderita en la ventana, y al rato un carrito cartonero con la misma bandera colgaba de las riendas del caballo? Increíble. La gente dándose ánimos por la calle. La tele llena de propagandas emotivas sobre la garra charrua (admito que muchas me llevaron al borde de las lágrimas), la gente con banderas en las ventanas, o con carteles como "Sos mi alegría". Humildad. Eso me parece que fue lo que le transmitimos al mundo. Respeto es lo que nos devolvieron, lo que tanta falta nos hacía. Poco a poco, alentando de acá o de allá, pasó algo que nadie creía ya posible. No puedo dejar de pensar "Esto se lo voy a poder contar a mis hijos". Me encontré a mi misma con un nudo en la garganta al escuchar "Cielo de un solo color" de NTVG o "Nací Celeste". Lloré con hazañas como la atajada de Suarez. Volvimos a demostrar que La Garra Charrua existe. Supimos encariñarnos con los jugadores (puede que se me haya ido la mano con eso (L)), que ahora son poco menos que próceres. Sí, futbolísticamente me encantó Uruguay, pero más que nada, me encantó Uruguay como pueblo.
martes, 6 de julio de 2010
Un pire, bastante elocuente
Pitó tímidamente, y le tiró el humo en la cara. Ella no tosió. Al contrario, lo inhaló plácidamente. Agarró la manguera y le devolvió el saludo. Se la pasó a él.
Él dio una pitada aún más larga. Colocó su boca cerca, muy cerca de la de ella y exhaló. Con la nube interminable de humo la envolvió. Al principio sintió su característico olor… ¿sandía?... no, algo más dulce. Se sentía bien. Era agradable, la contenía. Empezó a marearse, embargarse quizá. Solo veía el humo. Lo respiró, lo abrazó, lo sintió con todos los sentidos. Cuando su turnó llego, de sus labios solo salieron anillos, muchos, que fueron a para al cuello de él, a su cara, su cuerpo, su miembro, sus manos. Parecía encadenado, pero no de la forma que uno no quiere estarlo, sino ligado, ligado a ella. La tomó por los hombros, la acercó a sí, y ambos quedaron encerrados en un gran anillo. Él volvió a pitar. Ella no sintió el agradable soplido en su cara. Ella sintió un viento huracanado que la arrancaba de su lado. Intentó con todas sus fuerzas agarrarse de los anillos que los unían. Pero era imposible, eran humo. Otra manguera de materializó. La agarró, le dio un beso hondo y exhaló, el humo salía, de su boca, su nariz, sus orejas, sus ojos. Ella misma era el propio humo. Se desvanecía. Caía en forma de agua, de lagrimas… se materializaba de nuevo. Él también quedó reducido a un charco de lágrimas. Ella fue corriendo a mezclarse, a ser parte del charco. Pero era tarde. Ella era sólida de nuevo y él ahora líquido. De repente ambos se volvieron una masa amorfa. Con dificultad cada uno empezó a fumar por su lado, con su maguera, viendo solo su propio humo. Poco a poco tomaron forma, como si cada vez que inhalaran se inflaran. Ella ocasionalmente volvía a llorar humo, y parecía dejar salir su alma en cada emanación. Él, lo hacía en esporádicamente también, pero mantenía su esencia, en cualquiera de sus formas, alejado de ella, para no volver a diluirse entre ella. No volvieron a ser los mismos. Parte de ellos se había evaporado y flotaba en el aire. Allí mismo. Flotaba como una esencia visible de colores, inalcanzable para uno, pero posible de respirar si se ayudaban. El caso es que no lo hicieron. Parte de ellos siempre flotó junta, pero sin ellos. Algunas veces intentaron de alcanzarla, eso que les faltaba, pero él la dejaba caer siempre al final, no dejándola tocar el techo, y respirarse, respirarlo. Para ellos la vida transcurrió en dos mangueras separadas, con ocasionales exhalaciones rojas, llenas de deseo, que por un momento lograba unirlos, fundirse en una sola bocanada de humo, para después consumirse y apagarse…para luego intentar encenderse otra vez, y aprovechar esos momentos, en los que por lo menos, por unas horas, si es que el tiempo corría para ellos, se derretían y volvían a ser uno en el espacio.
Él dio una pitada aún más larga. Colocó su boca cerca, muy cerca de la de ella y exhaló. Con la nube interminable de humo la envolvió. Al principio sintió su característico olor… ¿sandía?... no, algo más dulce. Se sentía bien. Era agradable, la contenía. Empezó a marearse, embargarse quizá. Solo veía el humo. Lo respiró, lo abrazó, lo sintió con todos los sentidos. Cuando su turnó llego, de sus labios solo salieron anillos, muchos, que fueron a para al cuello de él, a su cara, su cuerpo, su miembro, sus manos. Parecía encadenado, pero no de la forma que uno no quiere estarlo, sino ligado, ligado a ella. La tomó por los hombros, la acercó a sí, y ambos quedaron encerrados en un gran anillo. Él volvió a pitar. Ella no sintió el agradable soplido en su cara. Ella sintió un viento huracanado que la arrancaba de su lado. Intentó con todas sus fuerzas agarrarse de los anillos que los unían. Pero era imposible, eran humo. Otra manguera de materializó. La agarró, le dio un beso hondo y exhaló, el humo salía, de su boca, su nariz, sus orejas, sus ojos. Ella misma era el propio humo. Se desvanecía. Caía en forma de agua, de lagrimas… se materializaba de nuevo. Él también quedó reducido a un charco de lágrimas. Ella fue corriendo a mezclarse, a ser parte del charco. Pero era tarde. Ella era sólida de nuevo y él ahora líquido. De repente ambos se volvieron una masa amorfa. Con dificultad cada uno empezó a fumar por su lado, con su maguera, viendo solo su propio humo. Poco a poco tomaron forma, como si cada vez que inhalaran se inflaran. Ella ocasionalmente volvía a llorar humo, y parecía dejar salir su alma en cada emanación. Él, lo hacía en esporádicamente también, pero mantenía su esencia, en cualquiera de sus formas, alejado de ella, para no volver a diluirse entre ella. No volvieron a ser los mismos. Parte de ellos se había evaporado y flotaba en el aire. Allí mismo. Flotaba como una esencia visible de colores, inalcanzable para uno, pero posible de respirar si se ayudaban. El caso es que no lo hicieron. Parte de ellos siempre flotó junta, pero sin ellos. Algunas veces intentaron de alcanzarla, eso que les faltaba, pero él la dejaba caer siempre al final, no dejándola tocar el techo, y respirarse, respirarlo. Para ellos la vida transcurrió en dos mangueras separadas, con ocasionales exhalaciones rojas, llenas de deseo, que por un momento lograba unirlos, fundirse en una sola bocanada de humo, para después consumirse y apagarse…para luego intentar encenderse otra vez, y aprovechar esos momentos, en los que por lo menos, por unas horas, si es que el tiempo corría para ellos, se derretían y volvían a ser uno en el espacio.
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