sábado, 10 de julio de 2010

La más linda, la mas hermosa, la celeste del alma

Bueno... así termina un mundial más para Uruguay. No hubo frustraciones en realidad. ¿Quién hubiera dicho que llegabamos a semifinales? Solo Gorzy... El punto es, que aunque me quedé con gusto amargo por los dos últimos partidos, no puedo explicar la emoción que sentí durante todo el mundial. ¿Saben lo que es ver a un Mercedes con una banderita en la ventana, y al rato un carrito cartonero con la misma bandera colgaba de las riendas del caballo? Increíble. La gente dándose ánimos por la calle. La tele llena de propagandas emotivas sobre la garra charrua (admito que muchas me llevaron al borde de las lágrimas), la gente con banderas en las ventanas, o con carteles como "Sos mi alegría". Humildad. Eso me parece que fue lo que le transmitimos al mundo. Respeto es lo que nos devolvieron, lo que tanta falta nos hacía. Poco a poco, alentando de acá o de allá, pasó algo que nadie creía ya posible. No puedo dejar de pensar "Esto se lo voy a poder contar a mis hijos". Me encontré a mi misma con un nudo en la garganta al escuchar "Cielo de un solo color" de NTVG o "Nací Celeste". Lloré con hazañas como la atajada de Suarez. Volvimos a demostrar que La Garra Charrua existe. Supimos encariñarnos con los jugadores (puede que se me haya ido la mano con eso (L)), que ahora son poco menos que próceres. Sí, futbolísticamente me encantó Uruguay, pero más que nada, me encantó Uruguay como pueblo.

martes, 6 de julio de 2010

Un pire, bastante elocuente

Pitó tímidamente, y le tiró el humo en la cara. Ella no tosió. Al contrario, lo inhaló plácidamente. Agarró la manguera y le devolvió el saludo. Se la pasó a él.
Él dio una pitada aún más larga. Colocó su boca cerca, muy cerca de la de ella y exhaló. Con la nube interminable de humo la envolvió. Al principio sintió su característico olor… ¿sandía?... no, algo más dulce. Se sentía bien. Era agradable, la contenía. Empezó a marearse, embargarse quizá. Solo veía el humo. Lo respiró, lo abrazó, lo sintió con todos los sentidos. Cuando su turnó llego, de sus labios solo salieron anillos, muchos, que fueron a para al cuello de él, a su cara, su cuerpo, su miembro, sus manos. Parecía encadenado, pero no de la forma que uno no quiere estarlo, sino ligado, ligado a ella. La tomó por los hombros, la acercó a sí, y ambos quedaron encerrados en un gran anillo. Él volvió a pitar. Ella no sintió el agradable soplido en su cara. Ella sintió un viento huracanado que la arrancaba de su lado. Intentó con todas sus fuerzas agarrarse de los anillos que los unían. Pero era imposible, eran humo. Otra manguera de materializó. La agarró, le dio un beso hondo y exhaló, el humo salía, de su boca, su nariz, sus orejas, sus ojos. Ella misma era el propio humo. Se desvanecía. Caía en forma de agua, de lagrimas… se materializaba de nuevo. Él también quedó reducido a un charco de lágrimas. Ella fue corriendo a mezclarse, a ser parte del charco. Pero era tarde. Ella era sólida de nuevo y él ahora líquido. De repente ambos se volvieron una masa amorfa. Con dificultad cada uno empezó a fumar por su lado, con su maguera, viendo solo su propio humo. Poco a poco tomaron forma, como si cada vez que inhalaran se inflaran. Ella ocasionalmente volvía a llorar humo, y parecía dejar salir su alma en cada emanación. Él, lo hacía en esporádicamente también, pero mantenía su esencia, en cualquiera de sus formas, alejado de ella, para no volver a diluirse entre ella. No volvieron a ser los mismos. Parte de ellos se había evaporado y flotaba en el aire. Allí mismo. Flotaba como una esencia visible de colores, inalcanzable para uno, pero posible de respirar si se ayudaban. El caso es que no lo hicieron. Parte de ellos siempre flotó junta, pero sin ellos. Algunas veces intentaron de alcanzarla, eso que les faltaba, pero él la dejaba caer siempre al final, no dejándola tocar el techo, y respirarse, respirarlo. Para ellos la vida transcurrió en dos mangueras separadas, con ocasionales exhalaciones rojas, llenas de deseo, que por un momento lograba unirlos, fundirse en una sola bocanada de humo, para después consumirse y apagarse…para luego intentar encenderse otra vez, y aprovechar esos momentos, en los que por lo menos, por unas horas, si es que el tiempo corría para ellos, se derretían y volvían a ser uno en el espacio.